miércoles, 26 de agosto de 2015

ERASMO: ELOGIO DEL FOL

 Como muy bien observa el prologuista de una edición de escritos de Erasmo (1), es muy difícil verter con precisión y a un idioma moderno el término griego de “moria” que figura en el título original de su libro conocido en castellano como “Elogio de la locura”. “En español podrían darse varias traducciones: “tontería”, “fatuidad”, “necedad”, “estulticia”, “insensatez”, “demencia”, “locura”, por la que comúnmente se ha traducido”
¿Pero qué clase de locura?
‘Hay –nos dice Erasmo- dos clases de locura. Una es la que las Furias vengadoras vomitan en los infiernos cuando lanzan sus serpientes para encender en el corazón de los mortales, ya el ardor de la guerra, ya la sed insaciable del oro, ya los amores criminales y vergonzosos, ya el parricidio, ya el incesto, ya el sacrilegio, ya cualquier otro designio depravado, o cuando, en fin, alumbran la conciencia del culpable con la terrible antorcha del remordimiento. Pero hay una locura muy distinta que procede de mí y que por todos es apetecida con la mayor ansiedad. Manifiéstase ordinariamente por cierto alegre extravío de la razón, que a un mismo tiempo libra al alma de angustiosos cuidados y la sumerge en un mar de delicias’
El mismo prologuista declara luego con toda justicia que existen en muchas lenguas dos términos para distinguir ambas locuras, por ejemplo en italiano demenza y folia o en inglés madness y folly. Recuerda a continuación que al propio Ramón Lull se lo ha llegado a calificar de “foll”. “No, claro está, porque el doctor iluminado fuera un ‘perturbado’ o deficiente mental, sino por todo lo contrario, porque hombre superdotado poseía, inmerso en el concepto del mundo y de la vida cristiano-medieval, una lucidez extraordinaria que le inducía a comportarse de una manera que, con arreglo al diapasón del hombre común contemporáneo e incluso al de la posteridad mostrenca, resulta excesiva, desquiciada, extravagante”.
Relaciona a la perfección la figura y modo de esta locura como la misma que “padece” luego Don Quijote y habla también -con muchísima razón y tino- de las “fiestas carnavalescas” y “de locos” durante el así llamado “medioevo”.
Habría que agregar solamente a lo dicho que Erasmo en su Moria hace aparecer -ahora poéticamente reconfigurado- al emblema del fol representado en el arcano 0 -o sin numeración- del tarot.
Vemos que así como su paisano y contemporáneo el Bosco, reconfigura el emblema y la figura jeroglífica del fol en su pintura conocida como “El hijo pródigo” (ca. 1494), así Erasmo lo hace poéticamente en su Moria Encomium.

Este fol cuya traducción en figura de leyenda es el personaje flamenco de “Till Eulenspiegel” (2) es, como todo mitologema y símbolo tradicional, de dobles pero convergentes sentidos. Así el color blanco o el verde por ejemplo. Este fol, necio o estulto, también luego clown, payaso, o augusto es la posibilidad abierta –de allí su numeración en cero- así como también la caída en la nada y en el mero caos originario.
El arcano del fol del tarot muestra a una figura en plena marcha apoyándose en un cayado, con un perro detrás que le muerde las nalgas. En su polaridad convergente esto nos dice que puede ponerse en marcha, o quedar detenido por lo que lo ataca a sus espaldas. También lleva, carga una bolsa o escarcela que refiere tanto a las potencialidades que puede abrir todavía, como al caos indiferenciado que puede arrojar y sembrar a su paso. Desde luego esta escarcela refiere también a la bolsa testicular, puesto que es la encargada de engendrar tales potencialidades o demencialidades.

De allí el tono siempre problemático de definir de este libro demasiado citado y poco leído; o leído como mera sátira de costumbres -que por cierto lo es también- y no como construcción orgánica como podría redefinirse al jeroglífico o ideograma, siendo estos -a su vez- una concatenación de varias imágenes simbólicas que forman un conjunto con sentido narrativo enunciativo.
El librito de Erasmo siempre ha dejado un regusto equívoco en sus lectores y sobre todo en sus comentaristas. Lo mismo sucede con otras obras, como la contemporánea “Gargantúa y Pantagruel” y -ya un par de siglos después- con la obra “secreta” de Sade. El mismo “Quijote”, siempre exaltado y poco estudiado, no es una excepción.
Por supuesto se reparten de inmediato el botín interpretativo dos bandos aparentemente opuestos. Los practicantes de la hermeneusis conspirativa que buscan lo que creen mensajes secretos contra el dueto Papado-catolicismo y un oculto discurso iluminado o iluminista, en sentido ya moderno. Y por el otro asaltan críticamente a tales escritos los cultores de la tradición “popular” que ven en obras semejantes una suerte de discurso del “oprimido” en espera del sociólogo progresista universitario que le dé “voz” a su balbuceo.
Lo que es curioso -¿o ya no tanto?- es la convergencia a la que llegan tales grupos mentales, supuestamente enemigos en casi todos los demás terrenos políticos e ideológicos. Pareciera existir también una paradójica alianza pedagógica entre ambos.
Cierto que cierta dirigencia católica comenzó, poco después de iniciada la revolución industrial, a tomar una dirección única que terminó llevando a la situación de emergencia en que se halla una buena parte del intelecto y la imaginación católicas durante la modernidad hasta el mismo día de hoy; donde ya parece diluirse tan sólo en un vago anhelo “social”. Cuando la Iglesia -o su oficialidad vaticana- aceptara el status al que la fue empujando el mundo mental-cultural que se le opuso desde el propio “otoño de la edad media”, allí fue que se olvidara, desentendiera o perdiera todo un bagaje simbólico-operativo.
Bagaje que luego -al reaparecer reconfigurado en obras pictóricas y poéticas, así como en otras muchas formas- dejara en manos de sus enemigos de siempre; los que se lanzaron graciosamente hacia esas obras con intención de desviar o directamente invertir la dirección y significado que contienen. La última Tule de todo esto es la falta casi absoluta de atención prestada por la clerecía católica durante el siglo pasado al concepto del cine.

Ello ha llevado últimamente a que tales olvidos, desentendimientos e ignorancias lisas y llanas formen huecos, y ya fosas abisales enteras por donde se cuelan esos enemigos de siempre -ahora “globales”- y por allí sustraen fragmentos de un material mantenido en estado de animación suspendida durante siglos. Luego, con tales semillas levantan bosques enteros de contrasentidos intencionados. Así se llega hasta a edificar toda una “teoría” anticatólica con el pretexto de ver a una mujer representada en el fresco “La última cena” de Leonardo, puesta en el “lugar” del evangelista Juan. (3)
Asimismo con la figura de Erasmo se construyó -desde prácticamente su paso a la inmortalidad- el artefacto polémico de convertirlo en un emblema del humanismo moderno, partidario de la paz universal y casi un iluminista avant la lettre. De tal modo se “lee” en forma unidireccional a su “Elogio de la locura”, aunque por fortuna siempre queda ese regusto ambiguo, hasta en el mismo plano de a qué refiere su “locura”.
Curiosamente, de lo poco que se sabe de su biografía es que nacido en Róterdam -de donde tomara su cognomen-, fue enviado de muy pequeño a estudiar con los “Hermanos de la vida común” en la localidad de Bois-le-Duc o -en flamenco- Hertogenbosh. Villa de Flandes donde naciera, viviera y trabajara “el Bosco” -llamado así por la traducción italiana de su lugar de origen. Nacido entre 1466 y 1469 es más que seguro que Erasmo conociera la obra de este pintor, y sobre todo el mundo “mental” y cultural en el que ambos nacieran y crecieran.
Como siempre se repite -y el mismo Erasmo fuera el primero en subrayar el hecho e in abundantia-, guardó de tales monjes un espantoso recuerdo y por ello mismo los hizo blanco de todas sus burlas e ironías debido a su ignorancia e incultura. La cultura medieval anterior tuvo su locus mirabilis, su centro de irradiación tradicional, precisamente en el claustro monacal. Pero ahora -con el declive y “otoño” de esa era- tales claustros se habían convertido en ejemplo de antros de ignorancia y estulticia. Porque sencillamente los poseedores de datos tradicionales comenzaron la diáspora saliendo –con las excepciones del caso- de tales lugares. Casi un siglo después la Compañía de Jesús de Ignacio de Loyola y las Escuelas Pías de José de Calasanz retomarían mundanamente, esto es de manera fija -escuelas, misiones, et al- la función de transmisión tradicional vuelta o reconvertida en educación y en “barroco”.
Se repite siempre entre sus datos biográficos de los múltiples viajes de Erasmo por casi toda la Europa de entonces, hasta afincarse al final de su vida en Basilea. De su amistad con Tomás Moro y John Colet, y de su disputa sobre el libre albedrío con Lutero y a quien combatiera en su “De libero arbitrio”. (4)
Pero la obra más conocida, su “Elogio de locura”, queda siempre en el medio, molesta, incómoda, inclasificable. Siempre alabada y de consuno momificada con el repetido expediente de etiquetarla como “clásica”. Lo mismo sucede con una buena parte de sus “Colloquia” y sus “Adagia”. Incluso de esta última se hace hincapié en el rescate de Erasmo de “la sabiduría popular”
¡De nuevo! Si aquí ponemos en lugar de “popular”, “cultura tradicional en diáspora desde el otoño de la edad media”, sumamos sus largos viajes, y recordamos su relación espacio-temporal con el Bosco, es posible que no sólo su figura de la “locura”, así como también buena parte de sus intenciones, se nos aclararían mucho más.


Notas:
1: Ensayos escogidos, edición y prólogo Humberto Martínez. Ed. Sep. México, 1986.
2: “eulen-spiegel”, “lechuza” y “espejo”, que son los dos figuras que lleva Till
3: cosa ésta que intentaremos explicitar en otro lugar.
4: importante recordar aquí que esta respuesta erasmiana se debe a un violento escrito de Lutero titulado “De servo arbitrio”



No hay comentarios:

Publicar un comentario